Con motivo de la celebración en nuestras Iglesias de la Santa
Infancia, vienen a mi memoria recuerdos de este pasado verano por tierras
africanas, donde la infancia lo tiene tan difícil en el contexto de la
propia supervivencia y sin embargo no pierden nunca la sonrisa y la
capacidad para el juego y la diversión.
Tampoco podré olvidar los esfuerzos de nuestros misioneros por
aquellas gentes, pero en especial con los más pequeños y jóvenes. Sin lugar
a duda, están preparando un futuro mejor para ellos, Dios lo permita pues
tanta dedicación y fe no pueden caer en saco roto. En mi viaje a
Zimbabwe este verano con dos compañeros sacerdotes, Isaac, misionero y
delegado de misiones en Segovia y Emilio, párroco de Cuéllar, pude ser
testigo del protagonismo activo de los niños en las celebraciones
litúrgicas.
Ellos con su participación dinamizan y dan un color muy especial
a las comunidades cristianas: hacen concretamente lo que se espera de ellos,
ni más ni menos. Ellos dan la cara e imagen de la iglesia africana, joven,
radiante, comprometida, dinámica,..., iglesia de futuro. No solo asisten con
entusiasmo a las celebraciones, en las que no paran de alabar a Dios, sino
que además también se forman en las catequesis con verdadera atención y
respeto. Son niños a los que se les quiere y se les busca en las familias,
pero nada caprichosos en sus maneras y con gran respeto y admiración hacia
sus abuelos, padres y mayores en general. Son chispas de felicidad y
esperanza en un medio hostil y muy adverso; son un verdadero milagro de
aquellas sociedades. Viven su fe en familia y en comunidad y tienen un gran
cariño y admiración hacia los sacerdotes de sus comunidades (todavía
recuerdo como nos miraban y abrazaban).
Son niños en estado puro, los niños
de los que habla la propia escritura, algo que yo creía que no existía, pero
que he llegado a ver con mis propios ojos, y es verdad.
Nosotros podemos aprender mucho de ellos, su ilusión y apertura a la
comunidad son dos aspectos en los que flojeamos por estos lares. Sin embargo
ellos dependen también de nuestra solidaridad, y en esto sí que estamos a la
altura, si podemos llegar a ellos.
Como pude comprobar allí mismo, la ayuda
de nuestras comunidades cristianas llega y se agradece mucho, es un aspecto
que jamás podrán olvidar y que algún día, no muy lejano se tendrá en cuenta.
Por eso me dirijo a vosotros, cristianos de la UPA Coca, para que
colaboremos económicamente con estas comunidades y con estos niños y niñas
africanos, en ellos pude ver mucho cielo, con alguna que otra nube
amenazadora.
Estamos a tiempo de responder a su llamada no te arrepentirás y
la providencia de Dios para con nosotros se derramará abundantemente. Te
saluda. Paco, tu sacerdote.
Enlace al resto de las imágenes: